Friday, January 29, 2016

Cada Ocho Días

Como chileno, la expresión ocupada frecuentemente por algunos mexicanos, “cada ocho días”, me llamó mucho la atención… y también me ayudó con el estudio bíblico. Se entendía que una persona al decirme, por ejemplo, “no voy a misa cada ocho días” estaba explicando que no asistían a misa en forma seguida. Por medio del contexto pude entender que el mismo domingo se contaba como el primer día y volvía a contarse otra vez como el día octavo. 

La Biblia explica que Jesucristo estuvo sepultado por tres días. Si lo contáramos en la forma moderna, serían menos de 48 horas, o dos días. Pero el hebraísmo requiere tres días usando un cálculo inclusivo, ya que se comprende parte del viernes en la tarde, todo el sábado y parte del domingo en la mañana. 

El día domingo estaban los discípulos de Jesucristo todos juntos y tenían temor (ver Juan 20:19). En unos pocos versículos después volvemos a leer sobre otra visita del Señor a sus discípulos una semana más tarde: “Ocho días después,  estaban otra vez sus discípulos dentro, etcétera” (Juan 20:26a, Reina Valera 1960). 

Este artículo no es el lugar para entrar en más detalles sobre el día de reposo, pero lo que está claro es que sus discípulos se estaban reuniendo los días domingo para participar de la Santa Cena, y lo hacían “cada ocho días” como un recordatorio de la muerte y resurrección del Salvador. 

Anteayer, leyendo la novela del chileno Ramón Pacheco, El subterráneo de los Jesuitas publicada en Santiago en 1907 en la “Imprenta de la Lei”, cuál sería la impresión de felicidad al leer que en el Chile del antaño también existía la misma bella expresión “cada ocho días” para representar una vez por semana, el mismo día de la semana: “Los dos amigos partieron, prometiendo a Valentín volver cada ocho días” (Tomo 2, página 965).